La
mañana del 13 de septiembre cuando por fin conseguí levantarme de la cama, no
fue como otra cualquiera. Una agradable sensación me recorrió por todo el
cuerpo y sin perder ni un minuto bajé a la cocina a por mi tazón de leche y
allí, sentada frente a la chimenea, intentando despertarme al compás que lo
hacía el día intuí que no iba a ser un día como otro cualquiera.
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