Era una tarde fría, el cielo estaba lleno de nubes con
ganas de descargar toda el agua que transportaban. En el ambiente, ese olor a
tierra mojada que me transmite tanta paz, que da pie a pensar que las nubes no
tardaran nada en descargar su furia sobre todos aquellos que no hayan
encontrado un refugio donde guarecerse. A mí alrededor todo era silencio, así
que me puse a recordar aquellas tardes de otoño de mi infancia, cuando todos
los primos nos poníamos las botas de agua y nos recorríamos el pueblo pisando
todos y cada uno de los charcos que las pequeñas lluvias habían dejado.
No sé como llegué hasta allí, era la primera vez que
estaba en aquel lugar. Estando todavía ensimismada en mis pensamientos miré al
frente…
… había salido de casa con el firme propósito de dar un
paseo y desconectar de todas las cosas que tenía en la mente, y cuando me quise
dar cuenta estaba en un parque o más bien, un descampado, no lo sabía, sólo me
limité a sentarme en una gran piedra que encontré y me dejé llevar por el
encanto de aquel lugar.
Llevaba varios meses con muchas cosas rondando en mi
cabeza y una de ellas, me preocupaba en especial, Javier. Él era el chico con
el que llevaba más de siete años de relación, terminé el instituto y en mi
primer año de carrera me enamoré de él y así hasta ahora. Yo sigo muy enamorada
de él, le quiero como el primer día pero a él le noto distinto, no me presta la
misma atención que antes, siempre está cansado, no quiere salir conmigo a ningún
sitio, ni hacer nada juntos.
Me he planteado hacer muchas cosas, hablar con él y preguntárselo
directamente, espiarle o simplemente esperar a que él mismo me lo cuente. Por desgracia
he elegido la tercera opción y me estoy preocupando demasiado porque las cosas
cada día van peor.
El otro día, sin ir más lejos, me dí cuenta que al entrar
yo en la habitación, escondió en su chaqueta un papel para que no lo viera. Antes siempre me contaba
todos sus problemas, ahora me conformo con que me mire a la cara cuando le
hablo.
-
¿Qué estás haciendo aquí?, llevo buscándote todo el día.
-
¿Javier?, ¿qué haces tú aquí?
Los dos hicieron una pausa que se hizo interminable,
finalmente, Javier se decidió a hablar y contarle a la joven todo lo que le
ocurría.
La chica al enterarse de la situación, sólo pudo llorar y
fundirse en un gran abrazo. A Javier no le ocurría nada, tan sólo que en el
trabajo le habían comunicado que le iban a despedir y él estaba buscando otro
mejor y no quería contar nada para no preocupar.
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