martes, 15 de mayo de 2012

Continuación de un relato.


Era una tarde fría, el cielo estaba lleno de nubes con ganas de descargar toda el agua que transportaban. En el ambiente, ese olor a tierra mojada que me transmite tanta paz, que da pie a pensar que las nubes no tardaran nada en descargar su furia sobre todos aquellos que no hayan encontrado un refugio donde guarecerse. A mí alrededor todo era silencio, así que me puse a recordar aquellas tardes de otoño de mi infancia, cuando todos los primos nos poníamos las botas de agua y nos recorríamos el pueblo pisando todos y cada uno de los charcos que las pequeñas lluvias habían dejado.

No sé como llegué hasta allí, era la primera vez que estaba en aquel lugar. Estando todavía ensimismada en mis pensamientos miré al frente…

… había salido de casa con el firme propósito de dar un paseo y desconectar de todas las cosas que tenía en la mente, y cuando me quise dar cuenta estaba en un parque o más bien, un descampado, no lo sabía, sólo me limité a sentarme en una gran piedra que encontré y me dejé llevar por el encanto de aquel lugar.

Llevaba varios meses con muchas cosas rondando en mi cabeza y una de ellas, me preocupaba en especial, Javier. Él era el chico con el que llevaba más de siete años de relación, terminé el instituto y en mi primer año de carrera me enamoré de él y así hasta ahora. Yo sigo muy enamorada de él, le quiero como el primer día pero a él le noto distinto, no me presta la misma atención que antes, siempre está cansado, no quiere salir conmigo a ningún sitio, ni hacer nada juntos.
Me he planteado hacer muchas cosas, hablar con él y preguntárselo directamente, espiarle o simplemente esperar a que él mismo me lo cuente. Por desgracia he elegido la tercera opción y me estoy preocupando demasiado porque las cosas cada día van peor.
El otro día, sin ir más lejos, me dí cuenta que al entrar yo en la habitación, escondió en su chaqueta un papel  para que no lo viera. Antes siempre me contaba todos sus problemas, ahora me conformo con que me mire a la cara cuando le hablo.

-         ¿Qué estás haciendo aquí?, llevo buscándote todo el día.
-         ¿Javier?, ¿qué haces tú aquí?

Los dos hicieron una pausa que se hizo interminable, finalmente, Javier se decidió a hablar y contarle a la joven todo lo que le ocurría.

La chica al enterarse de la situación, sólo pudo llorar y fundirse en un gran abrazo. A Javier no le ocurría nada, tan sólo que en el trabajo le habían comunicado que le iban a despedir y él estaba buscando otro mejor y no quería contar nada para no preocupar.

Relato 3: Inicio de historia


La mañana del 13 de septiembre cuando por fin conseguí levantarme de la cama, no fue como otra cualquiera. Una agradable sensación me recorrió por todo el cuerpo y sin perder ni un minuto bajé a la cocina a por mi tazón de leche y allí, sentada frente a la chimenea, intentando despertarme al compás que lo hacía el día intuí que no iba a ser un día como otro cualquiera.

Relato 2: El viejo campo de futbol


Aquella tarde, Fernando, había quedado con sus amigos en ir a jugar al campo de fútbol del pueblo, que por desgracia estaba en ruinas.
Hace veinte años era la novedad del pueblo, todo el mundo quería jugar al futbol en él, incluso llegamos a nacional, pero hoy en día, es tan sólo una explanada, con malas hierbas que han crecido por los alrededores y la pintura de las porterías se ha ido cayendo con el desgaste del sol. Los grandes y lujosos vestuarios que un día hubo, han pasado a ser dos habitaciones con el techo medio caído dónde algún que otro joven delincuente ha hecho fuego dentro y pintado las paredes con spray. Si hablamos de las gradas… las gradas, las recuerdo con sus asientos de plástico azul, sus grandes escalones de piedra, dónde tarde tras tarde de fin de semana íbamos a ver el partido de la jornada con nuestras bolsas de pipas y así pasar un estupenda tarde.
De todo aquello no queda nada, incluso, una pared ha tenido que ser tapiada para que los coches no puedan entrar dentro.

Ya estaba todo listo, se habían dividido en dos equipos de seis personas y Álvaro, que no podía jugar porque estaba lesionado, dijo:

-          ¡Comienza el partido, el equipo que gane nos invita a un helado!

Todos jugaron con ganas para ganar ese simbólico premio, pero una patada más fuerte de lo normal, mandó el valor hasta la esquina más alejada del campo.

-          ¡Voy yo!, ¡Voy yo!, gritó Fernando. Pero todos fueron detrás de él a por el balón.
-          ¡Eh, eh!, mirad lo que hay aquí, dijo Gustavo mientras los demás cogían el balón.

Al acercarse, descubrieron a un hombre, medio muerto, con la ropa rota en pedazos y la cara quemada por el sol. No sabían que hacer, aquel hombre debería llegar ahí días sin poder moverse porque tenían una pierna llena de sangre.

- ¿Se encuentra bien?, dijo Rubén.

El vagabundo, apenas podía hablar.

-          Si, si. Quiero un poco de agua.

Los niños rápido le llevaron el agua que tenían todos en sus mochilas. Y el vagabundo, empezó a hablar:

-        Llevo viviendo en este campo de futbol unos días, no tengo apenas dinero y he comido muy poco durante semanas. Ayer, salí a intentar matar algún conejo para comer y me tropecé con este hierro y no me puedo mover.

Los niños, más tranquilos al ver que el hombre se encontraba bien, decidieron bajar con sus bicicletas al pueblo y avisar al médico.

Así lo hicieron, unos se quedaron con el hombre dándole agua y unas golosinas que uno de ellos tenía en la mochila y los otros se fueron a avisar al médico:

-          ¡Rápido, rápido! ¡Hay un hombre en el campo de futbol medio muerto! ¡Necesita ayuda!, dijeron todos a la vez nada más entrar en el médico.

Sin mediar palabras los médicos cogieron los maletines y rápidamente su fueron para el lugar. Los niños llegaron pasados los minutos, y comprobaron que el hombre estaba siendo atendido y no corría peligro. Se le llevaron al hospital por precaución, ellos ya habían hecho bastante, le habían salvado la vida.

-          ¡Mejórese señor!, gritaron todos a la vez.

Pasados los días, el vagabundo se recuperó y lo primero que hizo fue buscar a aquellos jóvenes que le habían salvado la vida.
Como agradecimiento les compró una enorme bolsa de chucherías, igual a la que ellos le dieron cuando se lo encontraron tendido en el suelo.

Relato 1: Buscando en el pasado


Olalla, llegaba a casa después de un largo día de universidad, con mil trabajos por hacer y los exámenes a la vuelta de la esquina.
Como todos los días, se encontró con la casa vacía, bueno, a excepción de su hermano Juan, que estaba encerrado en su habitación con algún juego de ordenador. Se preparó la comida y al terminar sin mediar palabra se metió en su habitación, tenía muchos trabajos acumulados.

Estudió toda la tarde y a las ocho de la noche se dispuso a prepararse la cena para hacer un descanso en su frenético día. De pronto, la puerta se abrió y al ir hacia ella descubrió a su madre tirada en el suelo, con la falda medio rota, retorcida y desprendiendo su habitual olor a whisky barato. Era el día a día al que Olalla se tenía que enfrentar con tan sólo 18 años, estas situaciones las llevaba viviendo toda su vida. Su padre los abandonó cuando ella tenía 6 años porque no podía soportar que su mujer anduviese por ahí todo el día sin hacerse cargo de su familia y cobarde de él optó por la salida fácil, huir. Desde entonces la joven se ha tenido que hacer cargo de todo, pero aquella tarde, vio a su madre como nunca antes la había visto. No podía soportar más la situación y empezó a buscar a su padre, para intentar hacer algo por su madre.
El único contacto que la podía llevar a su padre era un tío que vivía en un pueblecito de Galicia. Olalla se armó de valor y tomó el primer tren con destino a Tablado. Tras dos días deambulando por aquellas tierras llegó a su objetivo. De la visita salió contenta porque el tío Jacinto la proporcionó alguna información sobre el paradero de su padre, aunque no muy fiable, la joven no se rendía y esta vez en autobús, porque sus pequeños ahorros estaban agotándose, se fue hasta Almería, anduvo y anduvo, entró en bares, supermercados, tiendas, estancos y hasta en el chiringuito de la playa y nadie sabía de la existencia de un hombre alto, moreno, con la nariz un tanto puntiaguda de unos 50 años, que aparecía en una deteriorada foto que un día su madre la dio. Cansada de buscar sin encontrar ni una sola pista, se sentó en un banquito de piedra que había en el puerto y mirando la foto de su padre empezó a pensar cuánto le había echado de menos todos estos años, se había perdido su adolescencia, sus años de bachillerato, su selectividad…, pero tenía que ser fuerte, como lo había todos estos años y no rendirse, ahora era toda una mujer.
De pronto, notó como un hombre la tendía un pañuelo para que se secase las lágrimas. Era un hombre alto, moreno, con alguna cana en el pelo y un porte muy elegante, al verla la preguntó el motivo de ese desconsolado llanto y la joven sólo se limitó a enseñarle la foto, sin apenas mirarle a la cara.
El hombre, al ver aquella foto, se levantó del banco sobresaltado y empezó a fusilar a la niña a preguntas sobre el porqué tenía ella esa foto. Tras una larga conversación, Olalla descubrió que el hombre que la había ofrecido el pañuelo era su padre, esa figura que había echado de menos tantos años, y notó en aquel hombre un arrepentimiento profundo.

La chica volvió a Madrid, hizo sus exámenes de final de curso. Su madre seguía como la había dejado antes de su marcha y su hermano, prácticamente igual. Los contó todo lo sucedido y su hermano aceptó mudarse con ella a Almería junto a su padre y su madre, de su propia voluntad, internó en un centro de rehabilitación para que la tratasen su problema con el alcohol.

BUTAI

Normalmente, lo llamamos teatrillo, pero su verdadero nombre es butai.

Os dejo, las fotos de mi butai por si después de exámenes os aburrís y queréis practicar esta técnica.




lunes, 14 de mayo de 2012

Mi poesía


Linda mariposa
que vienes y vas
préstame tus alas
que quiero volar.
Con tus dos alitas
podría, veloz,
llegar a la rama,
posar en la flor.
Y entre los rosales
del bello jardín
me saturaría
de esencia sutil.

viernes, 11 de mayo de 2012

KAMISHIBAI

El próximo lunes, día 14 de mayo es mi turno para contar el cuento. Para ello he estado buscando ideas originales de hacerlo, porque basta ser que soy de las últimas todos los recursos ya se han expuestos en clase.


Para ello empecé a investigar sobre formas originales de contar un cuento y me encontré de pronto un blog con una técnica japonesa de contar cuentos, que responde al nombre de "Kamishibai". Aunque el nombre es casi impronunciable, lo cierto es, que la realización de ella no es tan complicada.


Para desarrollar un Kamishibai lo primero que tenemos que construir es un "butai", yo el lunes, os enseñaré el mio, pero para que os hagáis una idea, aquí os cuelgo uno.


















Una vez realizado el butai, se debe escoger un cuento, ese cuento no debe tener muchas imágenes, porque el marco de visión es reducido , sólo tienen que aparecer los personajes principales. El texto está detrás de cada imagen, lo que permite ir contando el cuento a la vez que los niños ven las imágenes.


Para más información sobre esta técnica, os dejo el enlace del blog que mencioné al principio, ahí viene explicado todo.

http://irati.pnte.cfnavarra.es/kamishibai/documentos/recursos-taller/