“Érase una vez, en Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la Muerte y porque la Muerte le hizo un gesto.
Aterrado, el criado volvió a casa del mercader.
-Amo -le dijo-, déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán.
-Pero ¿por qué quieres huir?
-Porque he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza.
El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo, y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Ispahán.
Por la tarde, el propio mercader fue al mercado y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la Muerte.
-Muerte -le dijo acercándose a ella-, ¿por qué le has hecho un gesto de amenaza a mi criado?...”
Pero la Muerte, antes de que el mercader terminara su pregunta desapareció y este se quedó hablando solo en medio del mercado. La gente que había a su alrededor le miraba con cara de asombro, pensado si estaba loco.
Pasó la noche y a la mañana siguiente el mercader decidió volver al mercado, pero no había pistas de la Muerte por ningún rincón. Preocupado volvió a casa con la única esperanza de que su criado estuviera allí. Trasteó la casa un par de veces buscando a Mateo, el único criado que le había demostrado su lealtad en los últimos tiempos pero no encontró ni una sola señal.
Pasaron los días, la muerte no se le había vuelto a aparecer en las visitas al mercado y Mateo, el criado, tampoco había vuelto de Ispahán. El mercader estaba muy preocupado, pero se armó de valor y decidió ir a buscarle a dónde quisiera estar.
Comunicó la noticia a su esposa e hijos, cogió otro de sus mejores caballos, un poco de alimento para el viaje y emprendió el camino. Empezó buscando en los pueblos cercanos, pero sin rastro alguno de Mateo, se fue alejando poco a poco de Bagdad…
- FIN DEL CAPÍTULO CUATRO -

- Pero mamá, ¿mañana terminarás de leerme lo que le pasó a Mateo?
- Si Fernando, pero ahora tienes que irte a la cama y descansar que mañana hay que madrugar para ir al colegio.
- Vale mamá, buenas noches.
- Buenas noches hijo.
Fernando, ya en la cama, se fue quedando poco a poco dormido pensado en Mateo, el protagonista del cuento que le había contado su madre.
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